GUERRA DE 1876- LA COLUMNA SIN REGRESO

Alfredo Cardona Tobón*

                                         General Sergio Arboleda

“La Mosca”, o patrulla de avanzada, se adentró con cautela en el monte que rodeaba el río Cañaveral y descubrió a las fuerzas enemigas que se escalonaban entre Ansermanuevo y el poblado negro de Carmen de Dosquebradas. “La Mosca” era parte de una columna conservadora que había salido de Manizales y la fuerza acantonada cerca al Cañaveral era un contingente poderoso, reclutado por los liberales del Valle del Cauca para frenar el avance azul por las lomas del Tatamá.
Una vez más se enfrentarían los generales caucanos Eliseo Payán del bando liberal y Sergio Arboleda en el bando conservador. Con Payán iba Jorge Isaacs, el autor de “La María” y con Arboleda marchaba Joaquín María Córdoba, el notable guerrero reputado como el primer sable del Cauca.

LA ESTRATEGIA DE MARCELIANO VÉLEZ

Luego del triunfo liberal en “Los Chancos” el general Julián Trujillo fijó rumbo a Manizales y de combate en combate llegó hasta el sitio del “Tablazo”, en cercanías de la ciudad, y empezó el cerco del fortín fronterizo para dar el zarpazo final.
En enero de 1877 el general Marceliano Vélez, comandante general de las fuerzas antioqueñas, organizó una columna de veteranos del Cauca y reclutas antioqueños, bajo las órdenes de Sergio Arboleda, con la misión de atacar la retaguardia liberal, cortar la comunicación de Julián Trujillo con su cuartel general en el Valle del Cauca y bajar la presión sobre Manizales. El momento era propicio: La tropa  paisa esperaba repetir la hazaña de 1860, cuando Mosquera se estrelló contra la ciudad y los caucanos ardían de coraje por los desmanes liberales contra la población caleña.
Protegido por las sombras de la noche la columna de Arboleda salió de Manizales y en las horas de la tarde del 10 de enero alcanzó la población de Ansermaviejo y continuó su marcha por la trocha de Tachiguí.
La vía era angosta. A lado y lado las batatillas se entrelazaban entre los árboles centenarios que bordeaban el camino; en la penumbra revoloteaban mariposas multicolores y de vez en cuando se sentía el balanceo de los micos que se acercaban curiosos a  pasar revista a la tropa. La columna marchaba en silencio con sus fusiles embadurnados de barro y los yataganes cubiertos de follaje para evitar los reflejos delatores. Pero como el monte tiene ojos y oídos, los espías enemigos  habían detectado la columna desde los riscos de Guerrero y su campaña era un secreto a voces en el cuartel de Trujillo.

LA MUERTE RONDA EN PUMÍA

Los liberales reúnen tropas en el Valle del Cauca y a paso redoblado las sitúan delante de Ansermanuevo, donde esperan batir la ofensiva conservadora que se extiende por las lomas del Tatamá.
“La Mosca” repasa el camino  y en el Alto del Rey  informa al general Arboleda sobre la magnitud de la fuerza liberal  estacionada cerca al río Cañaveral. Ya que era imposible cumplir la misión asignada de atacar la retaguardia de Trujillo y cortar los suministros, Arboleda optó por una retirada estratégica con el fin de distraer algunos batallones caucanos y bajar la potencia del ataque enemigo a Manizales.
La columna contramarcha en forma ordenada y toma posiciones en Apía. Payán avanza  y espera el momento oportuno para presentar combate mientras Arboleda  retrocede y  se detiene nuevamente en Pumía, un sitio en el borde del mortífero valle del río Risaralda, donde vegetan algunos mineros palúdicos y unos pocos ganaderos paisas luchan a brazo partido contra la selva y los pumas.
Pumía es un antro de alimañas y un nido de enfermedades. El clima ardiente, el agua contaminada, los vahos de las charcas pútridas no tardan en cebarse en  los hombres de Arboleda que caen víctimas del tifo y la disentería.
La columna diezmada y maltrecha abandona el trágico sitio, seguida por la fuerza de Payán, que evita el paso por las posiciones abandonadas, donde se siente el  nausebundo olor de los cadáveres insepultos.
La fuerza conservadora remonta la Serranía de Belalcázar y se detiene en la Quiebra de Varillas, donde levanta trincheras  y espera el ataque de Payán, luego de recibir a Manuel Antonio Cataño con refuerzos de Riosucio, reforzarse con el batallón Herrán que se despacha de Filadelfia con trescientos soldados armados de rifles Remington y  sumar el apoyo de un cuerpo de policía procedente de Medellín con modernas armas de precisión.

LA DEBACLE

Payán no ataca. Sería suicida embestir las defensas de la Quiebra de Varillas. Pero escasean las provisiones y  Arboleda  se desplaza hacia Riosucio, cuya gente le brinda el apoyo necesario para que prepare una emboscada y espera a Payán en las estribaciones del cerro Batero.
El 25 de marzo de 1877 la punta de la tropa de Payán se encuentra con un muro de plomo en el Batero. El combate es sangriento y desigual, pues en la estrechez de la senda los liberales apenas pueden avanzar en fila india. Todo señala el triunfo de los conservadores, hasta que unos baquianos de Quinchía abren una trocha a espalda de los conservadores y su victoria se transforma en una dolorosa derrota.
La oscuridad salva a los sobrevivientes del combate que en desorganizada retirada buscan la seguridad de la montaña y se marchan unos  hacia Antioquia y otros hacia el Estado del  Cauca. Pocos días después cae Manizales y  Antioqua queda en manos de los liberalres caucanos.
Como a los vencidos no se les reconocen méritos,  el pueblo  se olvidó de esa columna  cuyos soldados ofrecieron su vida por Manizales y la causa conservadora y cuya memoria apenas se rescata en unos reglones  insertados en las crónicas militares de los sureños.



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