LA CAÍDA DE ROJAS PINILLA

TESTIMONIO DE UN SOLDADO DEL BATALLÓN MAC

Alfredo Cardona Tobón





José Achury cruzó la entrada de  la Escuela de Infantería  en el Cantón Norte de Bogotá y se dirigió al Patio de Armas del Batallón Miguel Antonio Caro ( MAC), con suma cautela desenrolló unos volantes mimetizados en una caneca de basura donde la resistencia al régimen militar invitaba  a los soldados bachilleres a levantarse contra  el gobierno del general Rojas Pinilla
Achury se reunió con varios amigos y les comentó el escrito ¿Con qué alientos vamos a rebelarnos- dijo Marco Fidel Suarez Martinez, si apenas manejamos un máuser viejo y estamos rodeados por los veteranos del Batallón Colombia, por la Escuela de Caballería y por la Blindada?.
Esa era la realidad, además no teníamos municiones ni contábamos con un líder que encabezara el alzamiento, así que nos resguardamos de la fría llovizna que se descolgaba desde Cruz Verde y nos dirigimos al Casino de soldados, poniendo punto final a la invitación de los universitarios capitalinos.
LOS  SUCESOS EN LA PROVINCIA
Desde los años treintas del siglo pasado existían focos de violencia partidista en algunas zonas de Boyacá y los Santanderes, pero durante los gobiernos de Mariano Ospina y de Laureano Gómez la violencia se extendió por toda Colombia con la tolerancia y hasta la participación de jefes conservadores que querían alejar a los liberales de las urnas.
Al acoso conservador, los liberales respondieron con autodefensas y luego con guerrillas  en los llanos orientales, en el Tolima y en Antioquia; de la reacción se pasó al más cruel bandidaje, la sangre inundó al pais como nunca se ha visto  y el caos sumió en la desesperanza a los colombianos; por ello cuando el general Rojas Pinilla asumió el poder mediante un golpe de cuartel, que el jefe liberal Darío Echandía llamó golpe de opinión, la inmensa mayoría de los ciudadanos de bien saludó jubilosamente ese 13 de junio de 1953, que señalaba una época nueva en medio de tantas desgracias.
El pueblo se volcó a las calles a celebrar la caída de Laureano Gómez y el general Rojas Pinilla empezó un gobierno en nombre de todos los colombianos. Con mano dura, jueces ambulantes, inteligencia militar y compromiso de las fuerzas armadas, Rojas pacificó la republica en menos de un año, pero la dicha fue muy corta  pues los negociados, los abusos y el apego al poder fueron distanciando poco a poco al general presidente con los empresarios, los políticos, los empresarios y  el estudiantado.
Rojas despilfarró la confianza popular en poco tiempo, el declive de su gobierno empezó con la matanza  de algunos estudiantes durante las manifestaciones del ocho y nueve de junio de 1954, vino luego otra matanza de ciudadanos inocentes en una corrida de toros en la plaza de Santa María en Bogotá, el cierre de periódicos y el incumplimiento de los pactos con los guerrilleros liberales que habían dejado las armas.
LOS PRELIMINARES DE LA CAÍDA DE ROJAS
El ocho de abril de 1957 los directorios  conservador y liberal de Antioquia escogieron a Guillermo León Valencia para enfrentar a Rojas Pinilla en las nuevas elecciones presidenciales. Al cuartel del MAC se filtraron informaciones sobre la agitación en Medellín y la posición vertical de la Iglesia Católica que criticaba públicamente los desmanes de los militares. Ante esas circunstancias el ambiente se enrareció en las filas y para prevenir cualquier acto de rebeldía, pues por encima de sodados éramos estudiantes, se prohibieron las visitas y se cancelaron los permisos de salida a la calle. El teniente Pedro Nolasco  Espinel, héroe de la guerra en Corea y veterano en las campañas del Tolima, con cicatrices  por todo el cuerpo y con más medallas que el Estado Mayor reunido, se puso al frente de nuestra Compañía B y otros curtidos oficiales se hicieron cargo de las otras compañías, lo que significaba que pese a nuestra aparente debilidad respecto a los otros cuerpos armados, los militares consideraban al MAC como un gran riesgo.
Desde las primeras horas del  nueve de mayo de 1957 el Batallón de soldados bachilleres Miguel Antonio Caro, MAC, salió hacia las lomas de la Calera a maniobras de orden abierto. Los vendedores de dulces y génovas, que nos acompañaban como lapas en todos los recorridos, nos informaron que los bancos estaban cerrados, las universidades en huelga y Bavaria y las textileras trabajaban a media marcha.
Anocheció ese nueve de mayo, los cañones de la Blindada disparaban a los barrancos de Usaquén y nuestras ametralladoras retumbaban en la oscuridad para meter miedo, para avisar a los habitantes de Bogotá que el ejército estaba listo a repeler cualquier alzamiento. Como a las ocho de la noche nos trasladamos  al Circo de Toros en el centro de la capital y asignaron al MAC la custodia de los revoltosos apresados en las manifestaciones recientes. Las calles estaban desiertas y el frio bogotano taladraba los huesos; nos apostaron por la carrera séptima y a mi me tocó la esquina frente al Hotel Tequendama. Pasaron las horas, llegó la media noche sin haber almorzado, ni comido ni haber probado una gota de agua, los cuatrocientos cartuchos de mi canana  me apretaban los riñones, me dolía todo el cuerpo y el peso de la ametralladora punto treinta parecía que mi iba a quebrar la espalda.
LA CAÍDA DE ROJAS PINILLA
A las dos y media de la mañana del diez de mayo  gritos de júbilo, los pitos de los carros, el tremolar de las banderas y las pancartas y las notas del Himno Nacional empezaron a cubrir la carrera séptima y en la madrugada una enorme multitud llenaba la séptima desde el Parque de Bolívar hasta el Circo de Toros ; los soldados del MAC  nos replegamos ante el alud ciudadano y descuidamos la vigilancia; un torrente de muchachas nos llenaron de besos mientras un tropel de universitarios entraron a la arena de la plaza y se confundieron  con los retenidos, en tanto que manos caritativas nos ofrecían gaseosas y algunos soldados bachilleres posaban con los fusiles y las ametralladoras en alto al lado de bellas manifestantes en medio de los flashes de las cámaras. 
Hasta las primeras horas de la madrugada el general Rojas dudaba entre dimitir o retener el poder a sangre y fuego;  lo respaldaban las fuerzas militares y un grupo conservador liderado por Gilberto Alzate Avendaño. Por fortuna para Colombia el presidente Rojas, en un gesto que no le agradeció el país, dejó el mando en manos de una Junta militar a las cinco de la mañana del diez de mayo y  a las ocho y media de la noche salió de Palacio rumbo al aeropuerto con destino al extranjero.
Mientras Bogotá celebraba la caída de Rojas, en Cali y en Medellin las fuerzas del régimen abalearon a varios ciudadanos, en Manizales los detectives asesinaban a Jorge Chica Restrepo y a Guillermo Bedoya y en Pereira a un pacífico ciudadano.
Cansados y molidos regresamos a la Cantón Norte, a la Escuela de Infantería, el doce de mayo  a las seis de la mañana formamos en el Patio de Armas como todos los días; la bruma volvía a bajar de Cruz Verde y del Cerro de la Teta. “ Aquí no ha  pasado nada- gritó el capitán Pinzón Caicedo- El gobierno sigue en manos de las Fuerzas Armadas. ¡Viva mi general Rojas Pinilla!- ¡ Viva la Junta Militar!
Todavía faltaban cinco meses para regresar a mi casa, a mi querido y añorado Medellin.



 

Comentarios

  1. Preste mi servicio militar en ese Batallón. Fuí soldado del Coronel Plazas del cual me siento orgulloso y del general Mora Rangel del cual siento verdadera verguenza.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario