GUAPO, GODO Y MARINILLO

EL PRESBÍTERO JOSÉ IGNACIO PINEDA
Alfredo Cardona Tobón




El padre Pineda nació en agosto de 1846 en el seno de una familia marinilla de hacha y machete y profundamente conservadora. Sus padres se habrían sentido felices al verlo vestido de militar, con charreteras y medallas, pero también se regocijaron cuando se ordenó en Medellín en el año de  1871 para dedicar su vida al servicio de Dios.

Al  padre Pineda le tocó una época sangrienta, de continuas confrontaciones entre la iglesia y los liberales  que le hicieron repartir su tiempo entre los altares y los campos de combate en las provincias de Antioquia y del Cauca. La vida militar del sacerdote empieza en 1876 al alistarse como  capellán de la División Giraldo, un notable cuerpo de combate que agrupó a los paisas conservadoras que poblaban el norte caucano.

Los caucanos vencen en la batalla de los Chancos y hacen retroceder a los antioqueños hasta  las riberas del río Otún y luego hasta el sitio de La Cabaña, en cercanías de Manizales, donde la División Giraldo presenta combate el 22 de febrero de 1877. La resistencia  es feroz; al frente de los paisas está el general Obdulio Duque, el más guapo de los guapos y  a su lado está el padre Pineda, que a pesar de una herida de bala, va de un lado a otro auxiliando a los heridos y dando la última bendición a los agonizantes.

Pese a su valor la División Giraldo tiene que abandonar las posiciones en La Cabaña y se atrinchera en el Alto del Canasto adonde llega el padre Pineda tras una corta convalecencia; El 5 de abril de 1877 los liberales  sorprenden a las tropas  marinillas del Alto del Canasto y las diezman desde posiciones elevadas como si estuvieran en una cacería de patos; cae Cesáreo Gómez, otro de los guapos y  perece el valiente General Obdulio  Duque... el padre Pineda se salva de nuevo y con algunos sobrevivientes alcanza la aldea de  Manizales, que al caer la tarde queda en manos de los atacantes.

GUERRERO Y HUMANITARIO

Tras la derrota el padre Pineda se retira a la aldea de San Roque, en Antioquia,  donde levanta una humilde capilla. Allí ejerce unos meses su ministerio y en 1883 lo vemos de cura en Pereira negociando los últimos solares para construir la catedral de la Pobreza. Pero la llama de la guerra vuelve a  consumir la región y en 1855 el belicoso sacerdote se une a la fuerza del general Payán que combate la rebelión radical contra el gobierno de Nuñez.

El gobierno de Antioquia se une a los revoltosos y desde Manizales sale una columna comandada por Manuel Antonio Ángel que recluta gente en Pereira y llega en medio de la borrachera a Cartago donde lo embosca el enemigo;  la pelea es pareja, pero la derrota de Payán se vislumbra cuando cortan el suministro de municiones y es imposible ir a buscarlas por el fuego nutrido del enemigo. Entonces el capellán  Pineda,  desafía la metralla, reúne unas mulas y por un lodazal rizado por las balas trae las municiones  y hace posible la victoria de su gente.

El padre Pineda se opone a la manera como los caucanos tratan a los prisioneros y cuando alguien dice que los paisas son unos cobardes, el padre lo desafía a pelear para que vea la  macana de un antioqueño, posteriormente recoge  dinero entre sus amigos y compra la libertad de sus coterráneos.

EL PADRE PINEDA EN EL QUINDÍO.

El presbítero Pineda construyó la primera capilla de Armenia y  celebró la primera misa en esa población,  bendijo la primera capilla de Calarcá y asentó la primera partida de bautismo en ese pueblo y en ejercicio de su ministerio recorrió todas las trochas de Circasia y  Barcelona.

Son incontables la anécdotas del padre Pineda en el Quindío: cuentan que Prudencio Cárdenas, uno de los fundadores de Armenia, no tenía los trece pesos  para la  celebración del matrimonio y pidió una rebajita al sacerdote. -Hombre Prudencio- le dijo el levita- Te pinto un negocio: dáme pues once pesos por el casorio, o si vos querés yo te  doy esos once pesos, pero me llevo la novia pa Filadia-

Otra vez, en Montenegro  pidió una botella de aguardiente en una fonda caminera. Tras beberse unos tragos se subió al caballo y se alejó con  la botella. Padre Pineda! – Padre Pineda!- le gritó la ventera- Y el aguardiente quién lo paga?-
Mi Dios se lo pagará con intereses, le dijo el sacerdote, que picó espuelas y se perdió en el camino.

DE NUEVO EN LA GUERRA.

En 1900 encontramos otra vez al  presbítero Pineda en los cuarteles. En la batalla de Peralonso los liberales vencen a los conservadores y lo apresan con otros sacerdotes que que recluyen  en la casa de huéspedes de Casimira Vega en la ciudad de Cúcuta; una  noche un oficial  revolucionario visita al padre Pineda  y en animado palique le comenta que  por su  arrojo y valentía se rumora que  el presidente de la República lo va a ascender a general. “ Esos son cuentos mijo- respondió- Son puros cuentos. Yo no sirvo para pelear. Cumplo mi misión evangélica sin meterme en esos dibujos. Los machetes quedan muy deslucidos sobre las sotanas”.

En la costa del Atlántico el padre José Ignacio acompañó a las tropas antioqueñas en la  campaña del Sinú, en María La Baja los revolucionarios hirieron de muerte al coronel Maximiliano Uribe y lo atiende el levita en pleno campo de combate.  “ Acúsome padre que yo he hablado muy mal de usted..” – le dijo  Maximiliano.- No seas pendejo Maximiliano- le dijo el sacerdote- decí otra cosa que eso no es ningún pecado”

Después de la guerra de los Mil Días poco sabemos del padre Pineda, parece que se retiró a vivir en una finquita cercana a Medellín y allí murió rodeado del cariño de los paisas, pues aunque se vio envuelto en el torbellino de las pugnas fratricidas del siglo diecinueve fue un antioqueño que quiso a los suyos por encima de todo.

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