LOS INGLESES ATACAN A BUENOS AIRES

Alfredo Cardona Tobón*



Al estudiar la independencia granadina se debe tener en cuenta sus antecedentes: unos gestados en América como las revueltas indígenas, la revolución comunera, los reclamos de los criollos y la independencia de Estados Unidos y de Haití y otros, como resultado de los movimientos sociales, económicos y políticos que sacudieron la Europa, como la revolución francesa, las guerras con Napoleón y la revolución industrial en Inglaterra

Por otro lado, no podemos tomar la independencia de las colonias españolas como un hecho conjunto, pues en cada virreinato y capitanía las motivaciones fueron diversas y muy diferentes los caminos que llevaron a la independencia de la metrópoli.

LAS PRETENSIONES INGLESAS.

En 1763 los británicos intentaron apoderarse de la colonia de Sacramento (Uruguay) y en los años siguientes invadieron el archipiélago de las Malvinas y ocuparon la Isla Grande de la Tierra del Fuego.
La independencia de los Estados Unidos fue un fuerte golpe para los intereses de Inglaterra que necesitaba con afán exportar los excedentes de su creciente producción industrial y obtener materias primas con condiciones ventajosas.

Durante el siglo XVIII los gobiernos ingleses estudiaron varios proyectos para controlar el comercio de Hispanoamérica que iban desde la conquista militar hasta el apoyo a la formación de estados independientes vinculados con la política comercial de su imperio.

La destrucción de la armada española en  Trafalgar y la ocupación francesa de gran parte de la península ibérica, hicieron creer a los ingleses que había llegado el momento de apoderarse de las colonias españolas.
Con la triste experiencia del fallido ataque a Cartagena, parecía que la presa más fácil era Buenos Aires, un puerto sin defensas militares, adonde no podrían llegar refuerzos de la metrópoli y difícilmente podía esperar el apoyo del virreinato del Perú.

SE EQUIVOCARON DE CABO A RABO

Los ingleses creyeron que en una invasión a las colonias hispanas, sus habitantes los recibirían con júbilo. Una cosa era apoyarlos en su independencia como lo solicitaron Miranda, Nariño y Pedro Fermín de Vargas y otra cosa era pretender llenar el espacio de los españoles y continuar su dominio colonial. Había una diferencia abismal entre las dos potencias marcadas por la sangre, la cultura, la religión  y el acatamiento de los americanos a una monarquía y un gobierno, que aunque lejano y  ajeno no tenían la crueldad  que los ingleses habían mostrado en sus dominios.

Así, pues, la invasión inglesa fue una amenaza igual para criollos y españoles. Por ello, cuando aparecieron los barcos ingleses y los regimientos británicos desembarcaron en  el estuario del Río de La Plata, unos y otros hicieron frente común para detenerlos.

EL ATAQUE INGLÉS

El 25 de junio de 1806, algo más de 1600 hombres entre infantes, artilleros y marinos llegaron  a la costa de Quilmas bajo las órdenes del general Beresford.
En la madrugada del 27 de junio, los ingleses cruzaron el Riachuelo y ocuparon a Buenos Aires.
El virrey Sobremonte se retiró hacia Córdoba, mientras Santiago Liniers, marino francés al servicio de España, reunió 800 combatientes en Montevideo y con el apoyo de los criollos de Pueyrredón y de Álzaga, organizó un contraataque  para reconquistar la capital del virreinato.
El once de agosto de 1806 la fuerza de Liniers se enfrentó al enemigo. Fue una lucha ruda y heroica que terminó cuando Berensford y su tropa se entregaron sin condiciones.

Dos días después de la victoria los principales vecinos de Buenos Aires se reunieron en cabildo abierto para prepararse y hacer frente a la reacción inglesa que no tardaría, pues las naves del general Phopan seguían frente al puerto en espera de los refuerzos que venía de Europa y de Sudáfrica.
En pública aclamación el cabildo traspasó el mando militar al comandante Liniers, en un acto de profundas repercusiones políticas, pues era la primera vez en América hispana que el pueblo cambiaba las disposiciones reales y disponía de sus destinos.

SE REPITE EL ATAQUE

Al conocer la rendición de Beresford, el gobierno inglés reunió unos doce mil expedicionarios en el punto de Maldonado y el tres de febrero de 1807, tras una cruenta lucha, los invasores se apoderaron de Montevideo.

A reglón seguido el general Whitelocke se dirigió a Buenos Aires y en la mañana del 5 de julio trató de ocupar la ciudad, estrellándose ante la tenaz resistencia, no solo de los combatientes armados, sino de todo el pueblo rioplatense. “ No hay un solo ejemplo- dijo Whitelocke en el juicio que se le siguió en Londres por la derrota- que pueda compararse al presente, en el cual, sin exageración, cada habitante de Buenos Aires, libre o esclavo, combatió con una resolución y pertinencia  que no podría esperarse ni del entusiasmo religioso y patriótico, ni del odio más inveterado e implacable.”

CONSECUENCIAS

Los ingleses trataron  por todos los medios de ganarse la voluntad de los argentinos, prometiéndoles libertad de comercio y de opinión,  progresos económicos, respeto a sus ideas religiosas y una administración justa y  benigna.

Nada lograron los invasores, lo que consiguieron a cambio fue unir a los criollos y los españoles del  Río de La Plata. Sin embargo otros efectos de la invasión influyeron ,  meses más tarde, en la separación de la metrópoli: En primer lugar se crearon cuerpos locales de milicias y se adiestró la población en le manejo de armas; se creó un ambiente de heroísmo que impulsó al pueblo bonaerense a remover al virrey Sobremonte, considerándole pusilánime e inepto, y  proponer a Liniers.


El valeroso francés fue ratificado por el Concejo de Regencia. Fue el primer virrey promovido directamente  por el pueblo americano, que a partir de entonces se sintió dueño de su destino.

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