EL RECUERDO DEL ABUELO GERMÁN



CARTA DEL MÉDICO MARIO GARTNER TOBÓN A  SU PRIMO ALFREDO  CARDONA TOBÓN,.


MARIO RECUERDA EL INTERÉS DEL ABUELO POR EL NIETO QUE QUIERE VER CON EL TÍTULO DE MÉDICO.

ES UNA BELLA CARTA NACIDA DEL CORAZÓN


INFORTUNADAMENTE LOS NIETOS, INCLUYENDO A MARIO, POCO  SE  ACORDARON DEL  ABUELO CUANDO  ENFERMO Y POBRE NECESITÓ DE SU   COMPAÑÍA Y DE SU APOYO.

                                 Germán Tobón Tobón y su nieto Mario Gartner Tobón
 

Antes de reproducir la carta hablemos del abuelo Germàn, un paisa andariego, derecho, recio y bueno, tan desconocido  por sus descendientes ..

 
Yo fui, indudablemente, el nieto más cercano al abuelo,  ese muchachito de nueve años que garabateaba carteles con letra burda sobre pedazos de cartón para que el viejo querido, los pegara con engrudo en las paredes de Quinchìa.en la campaña electoral de1946.

 Mi abuelo militaba en las filas de Gabriel Turbay y yo seguía a mi abuelo;  eramos los liberales oficialistas en  la casa de papá Luis Ángel, un arrecho gaitanista, jefe de la disidencia, que en un acto suicida arriesgó la vida para proteger a su líder cuando fanáticos de la otra ala del liberalismo lo recibieron a piedra  y lo arrinconaron en el hospital del  pueblo..

El abuelito se reunía todas las tardes en el  café Pielroja con  la cuerda de viejitos copartidarios y  yo, su nieto pequeño, tenía el honor de leerles, sin falta,  los editoriales de los  periódicos El Tiempo y el Espectador, que llegaban con atraso de una semana.

El abuelito Germán fue un paisa de Sabaneta graduado de arriero desde sus años mozos. Fue colonizador y fundador de pueblos, juez de paz e inspector de policía  y desertor, a mucho honor, en la guerra de los Mil Día, no por cobardía,  sino porque era  incapaz de hacerle daño al prójimo.

El abuelo era un hombre pantalonudo: luchó contra los indígenas chamies cuando era inspector de la desaparecida aldea del Rosario  y en noviembre de 1949 hizo frente a los " pájaros"  que atacaron nuestra  casa. Recuerdo al abuelo y a mi padre ese dìa aciago, cuando creì verlos por última vez. Los recuerdo disparando las escopetas,, mientras yo, un peladito de diez años, empujaba a mi mamá y a mis hermanitos por un portillo  que llevaba a la seguridad del hogar de un amigo conservador..

 Con mi abuelito  volví a vivir momentos amargos en  Donmatías, un pueblito azul en las montañas de Antioquia, donde un cura fanático azuzó a la feligresía, que llena de odio atacó la casa de una tia tildada de comunista y como en Quinchía nos tocó salir de huida del acoso  de los bárbaros.

Con el abuelito Germán viajé por primera vez en tren, aprendí a curar las reses y  a entrenar gallos de pelea. Ese viejito, que no le tocó a ningún otro nieto y que no me vio convertido en  ingeniero, fue quien me descubrió las crónicas que han rescatado en gran parte la historia de Quinchía  y los pueblos  aledaños.

Desde la muerte de la abuela Clotilde hasta el año de 1949, el abuelo vivió en la casa de mis padres, allí tenía los gallos y se entretenía ordeñando y cuidando los terneros; luego, cuando tuvimos que emigrar hacia el alar grato de Medellín y la tía Sofía regresó de Donmatías a su cas en Quinchía, el abuelo continuó a su lado hasta que la  muerte lo arropó y él dejó sus cenizas al lado del cerro Gobia.
 
Tras esta breve reseña  de uno de los nietos que se enorgulleció de verlo de runa y no  lo imaginò vestido de cachaco, leamos la carta de Mario Gartner Tobón donde narra el hecho que hizo posible su entrada a la Universidad y le abrió las ventanas de un mundo nuevo.:

ESPIGAS DORADAS PARA ROSA ELENA

“ En este alejado diciembre, unos días después de mi bachillerato, viajé a  la tierra natal ( Quinchía)  en busca de apoyo para iniciar la etapa universitaria. Los  viejos del pueblo me recibieron con  singular alegría y se embarcaron en las más comprometedoras esperanzas sobre el porvenir del futuro galeno. El abuelo Germán abandonó la charla varias veces para “hacer una vueltica” y regresó otras tantas, con pasos festivos y una mirada tan optimista que se parecía a un golpe de Estado sobre las dificultades económicas.

Al  fin  estalló la bomba de las alegres espigas doradas: El papá Germán había logrado vender el corte de dulce y blanda caña panelera para hacer el primer aporte a la iniciación universitaria del nieto en apuros. De regreso a casa, me dijo conmovido: “Después de la muerte de Clotilde ( la abuela),  apenas quisiera vivir para ver logradas tus ambiciones”.

Un día volví con la garganta seca y las manos  apretadas; sobre la cama del abuelo, amorosamente tendida, se advertía la imagen sangrante de Cristo; en  la sala llorosa estaba el arreglo de velación. Muy  cerca a la tumba de la abuela Clotilde, un hombre rudo estaba esperando con ladrillos, agua, arena, cemento y un pequeño palustre.

Apenas se descubre el formidable encanto de los mayores cuando se pierde el hilo de su parábola; cuando su voz es un eco, cuando ya se los ha dejado pasar, sin advertirlos. Se suele ser  más enterrador que oficiante de la vida. Una rara sed de vinos frescos embota el gusto para espléndidos añejamientos y no deja paz a los bríos de filigrana barata paras dialogar con la rama y el tronco secular maravilloso…”

 

El mayor pecado es la ingratitud  con los muertos- dijo Martí. Y la ingratitud ha empezo a borrar la memoria del querido abuelo analfabeta, generoso, bueno, trabajador y honrado, La maleza del camposanto borró los vestigios de la tumba de la abuela Clotilde y el tiempo destruyó la bóveda del abuelo, cuyos huesos se confundieron con la tierra.

El abuelo murió en 1954 en brazos de su hija Sofía.; su hijo  Horacio, uno de los hombres más ricos del occidente del Viejo Caldas lee facilitó un catre especial y las medicinas.

Pasado el medio día de un sábado de noviembre el abuelo no despertó de su sueño. Murió solo, con muchas limitaciones,  entre el olvido procaz de su gente, pues los tobones  de Efraim, de Estercita y demás hijos del abuelo Germàn  estaban  muy  ocupados.. muy  pocos asistieron a su entierro..
           

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