LAS CORRIENTES POBLADORAS



Alfredo Cardona Tobón.



Desde hace unos doscientos años los antioqueños han venido poblando el centro-occidente de Colombia y alrededor de esta gesta se ha tejido  una leyenda  enmarcada por mitos, fábulas y mentiras.

Para empezar debemos recordar que no fue una comunidad paisa homogénea la que se aventuró por estas breñas, pues hubo matices políticos, raciales y culturales que diferenciaron los grupos colonizadores. En términos generales podemos referirnos a dos grandes corrientes pobladoras: una de ellas partió de Abejorral, Sonsón, Marinilla y Rionegro; la otra, con raíces en el Valle de Aburrá, tuvo como asiento a Jericó, Támesis y otras poblaciones del suroeste antioqueño.

Además de esos dos grandes grupos, también se desplazaron hacia el sur numerosos indígenas de los resguardos y contingentes negros dedicados a la minería del oro.

LA CORRIENTE DE ABEJORRAL Y SONSÓN

Primero llegaron  mineros en busca de oro y luego labriegos pobres tras las tierras incultas. La gente de Abejorral y Sonsón tumbó selva y se adentró en el latifundio del prócer Juan de Dios Aranzazu, un mariquetas apodado” el melifluo” , que heredó unos títulos reales y aprovechó sus influencias  para extender su dominio  hasta el río Chinchiná a costa de los caratejos de Arma

Al morir  Aranzazu su herederos conformaron compañías de loteo y tras los abiertos de los primeros colonos llegaron  los comerciantes, los curas, los políticos y los militares que se aprovecharon del trabajo ajeno. El Estado repartió de a doce mil hectáreas  a los distritos municipales y el resto se vendió a los  recién llegados muchos de los cuales tuvieron que pagar por sus abiertos en la selva. El negocio de tierras incrementó las fortunas de Sótero Vélez,  de Rudecindo Ospina, de los Estradas,  los Gómez, los Henao, los Walker, los Arangos y los Gutiérrez de Aguadas, Salamina y Manizales..

LA CORRIENTE DEL SUROESTE

En 1845 los empresarios Juan Santamaría, Gabriel Echeverri y Juan Uribe compraron a la provincia de Antioquia  una gran parte del suroeste de su territorio que poblaron con presos de Medellín, los desocupados de Otrabanda, las mulatas de Girardota expertas en la destilación del aguardiente y  en gimnasia de catre y  con toda laya de aventureros,  quienes,  sin miedo a las culebras y a la madremonte, se internaron en  esas soledades para fundar a Fredonia , a Jericó, a Támesis, al Jardín.

El Estado repartió 12.000 hectáreas a cada aldea fundada, pero esa tierra no alcanzaba para toda la pobrería que sobrevivía miserablemente trabajando como peones y sirvientas de los más  pudientes hasta que terminaban su dura existencia víctimas del paludismo, la anemia, la tuberculosis, la picadura de una culebra o en una de las numerosas campañas militares que asolaron por siempre nuestro territorio.

Los doctores y los dones progresaron gracias al contrabando, al abigeato y los negocios con el Cauca sostenidos por el maíz, el cacao, el tabaco y los cerdos gordos; los pobres en su continua búsqueda de un terruño para acomodar a su familia continuaron  su marcha hacia el norte del Tolima y el norte del Cauca.

Entre los llamados colonizadores hubo numerosos negociantes de tierra que llegaban a zonas despobladas y hacían desmontes y mejoras que vendían para continuar en igual forma en otros sitios. A veces lograban adjudicaciones , pero en la mayoría de los casos no tenían respaldo en títulos pues eran meros invasores.

Con plata de Lorenzo Jaramillo, los Marulandas montaron su imperio en Pereira, donde resultaron dueños de extensas y fértiles tierras, al igual que en Quimbaya, Montenegro y Salento. La tierra no alcanzaba para los peones,  ellos eran parte de la explotación del más desvalido, de la escandalosa explotación del hombre por el hombre.. Puede decirse que por cada poste de los potreros del norte caucano hubo un paisa pobre sacrificado para acrecentar el poder económico de un Francisco Marulanda, de un Pompilio Gutiérrez  o de  un Silverio Arango.


LA INVASIÓN DE LOS RESGUARDOS INDÍGENAS


Cuando los empresarios paisas terminaron de lotear a Valparaíso,  a Caramanta  y a Hispania, fijaron sus ojos en  los resguardos indígenas del norte caucano,  donde hacia  1840  antioqueños oscuritos,  tahúres y pendencieros, oriundos  del Valle de Aburrá,  fundaron la aldea de Oraida en terrenos de los nativos de La Montaña .  Los primeros empresarios paisas que se adentraron en los resguardos de la zona fueron  Pedro Orozco y su hermano Jorge que en llave con los políticos corruptos del Cauca convirtieron en baldíos lo que tenía dueño, pues desde  tiempos inmemoriales toda  la franca izquierda del  río Cauca estaba ocupada por nativos.

Los colonos paisas se  descolgaban por la Cuchilla de Mismis y a la fuerza o con artimañas se apoderaban de los Resguardos indígenas  de Guática, Arrayanal, Tabuyo, Tachiguí e invadíeron las mejores tierras de las parcialidades de  La Montaña, San Lorenzo y Quiebralomo.

Las guerras y persecuciones políticas en Antioquia empujaron muchas familias al sur y en su afán de tierras para la agricultura y la ganadería desplazaron a los indígenas hacia las partes altas de la cordillera, a  las tierras malsanas, a las zonas de ombligo que se fueron fraccionando hasta  convertirse en minifundios insuficientes para sostenerlos.


Con banderas políticas se disfrazaron los despojos y los atropellos. Así sacaron a los negros liberales de sus tierras en Carmén de Cañaveral en la vega de la Virginia y a los colonos pobres del Valle de Risaralda; llamaron comunistas y les dieron plomo a los colonos de las lomas de Belalcazar y en  la guerra de los Mil Dias empresarios manizaleños y riosuceños  se hicieron dueños de las orillas del río Cauca pertenecientes al Resguardo de Quinchía.

En la violencia política de mitad del siglo pasado los políticos conservadores de Anserma desplazaron a los nativos del Resguardo de Potreros, como lo habían hecho sus abuelos en San Clemente y tierras altas de Guática.

El departamento de Caldas fue una creación de los empresarios del sur de Antioquia para establecer el feudo de los Gutiérrez  y cuando se creó Risaralda se creó el feudo de Camilo Mejia Duque, donde gobernó en asocio con los “blancos” de Pereira usufructuando el mote de Negro Camilo, que no le correspondía ni por ancestro ni por sentimiento.

La Arcadia pintada por algunos historiadores es un mito. Basta con revisar el pasado de la región para darnos cuenta  de la explotación, de las injusticias y los atropellos que corrieron parejos con la llamada colonización antioqueña, que fue más bien la invasión a estos territorios.

Del Olimpo de nuestros “próceres”   habrá que bajar a muchos de ellos: a Pompilio Gutiérrez por cobarde, a Gilberto Alzate Avendaño por sectario y matón, al padre Cañarte porque no fue ningún fundador, a Juan de Dios Aranzazu por aprovechado  e indelicado , pues utilizó sus cargos públicos para beneficio de sus intereses; a los gobernadores que ejercieron su mandato  entre 1946 y 1956 por permisivos, faltos de carácter y aguantadores de la violencia…

En fin …. sería interminable la enumeración de los “patricios” que llenaron nuestra historia de  vergüenza, como dijo en un artículo Camilo de los Milagros..

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