LA GUERRILLA DE JOSÉ HILARIO MORA


Alfredo Cardona Tobón*

                La  batalla de la Cuchilla del Tambo- Oleo de Espinosa


Mientras las tropas españolas del general Morillo tomaban a Cartagena y avanzaban hacia Santa Fe de Bogotá, por el sur granadino Juan Sámano con refuerzos de Quito y del Perú se dirigían a la ciudad de Popayán. Ante tan calamitosa circunstancia el presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, José Fernando Madrid, presentó renuncia de su cargo y dejó el mando en manos del dictador Custodio García Rovira, un valiente joven de apenas 24 años, que en forma suicida, el 22 de febrero de 1816 se enfrentó a los invasores españoles en las soledades de Cachirí

Algunas guerrillas republicanas mantuvieron la esperanza de la libertad en las provincias de El Socorro y Casanare, mientras lo que quedaba del ejército patriota se concentraba en la región de Popayán.

El 29 de julio de 1816, 770 combatientes patriotas enlutaron las banderas de su batallón y al sonido lúgubre de los tambores destemplados se alistaron para hacer frente a 1400 realistas atrincherados   en la Cuchilla del Tambo bajo las órdenes de Juan Sámano. Al igual que en Cachirí, la acción de la Cuchilla del Tambo fue un sacrificio inútil. El comandante José María Cabal intentó evitar ese despilfarro de vidas valiosas para la Patria y en vez de ese encuentro desventajoso aconsejó la lucha de guerrillas para enfrentar al enemigo como lo estaban haciendo Galea, Nonato Pérez y Santander en los llanos orientales.

Una junta de oficiales relevó a José María Cabal y dio el mando a Liborio Mejía; tres horas duró el desigual combate en las faldas de la Cuchilla del Tambo; los republicanos se vieron rodeados por las tropas de Sámano y muy pocos pudieron escapar del enemigo; en las estribaciones del Tambo quedaron los cadáveres de 250 patriotas mientras otros 300 cayeron en poder de las tropas enemigas. Con esta derrota y la de Cachirí quedó liquidada la primera patria independiente y terminó con dolor la etapa conocida como la “Patria Boba”

Tras su triunfo, los españoles fusilaron a los prisioneros más connotados: llevaron al cadalso a  José María Cabal y a Carlos Montúfar ; otros  como  Alejo Sabaraín, José Hilario López y  José Hilario Mora fueron enrolados en las tropas que apoyaban la monarquía.

EN EL BATALLÓN NUMANCIA

El general Pablo Morillo conformó el Batallón Numancia con reclutas de Maracaibo, Barquisimeto y Barinas. En la campaña de Venezuela este lucido cuerpo se vio reducido a la tercera parte y para cubrir las bajas se le agregaron numerosos prisioneros de la Cuchilla de Tambo, entre quienes figuraba el capitán venezolano José Hilario Mora a quien se obligó a servir de soldado raso.

El Numancia  pasó por Bogotá  y en su viaje al  Perú acampó  por un tiempo en Cali, donde José Hilario Mora, el marinillo Fabián Jiménez y treinta y cinco  compañeros sustrajeron armas, desertaron de las filas  realistas y  conformaron una guerrilla patriota  que acabó de apertrecharse  en  un asalto a la hacienda de Ignacio Polanco, en el centro del Valle.

Los objetivos de Mora eran claros: pretendía liberar a Tumaco, Iscuandé y Barbacoas y con el auxilio de los corsarios ingleses que merodeaban por las costas del Pacífico pretendía llevar la guerra a las tierras pastusas controladas por la monarquía. Con ese propósito la columna guerrillera se   adentró por las Juntas del Tamaná, traspasó la cordillera occidental, llegó a Nóvita y ocupó la población de Andagoya. Fue una travesía infernal en medio de la selva húmeda llena de alimañas y navegando en canoas por los ríos Sipí, Tatamá y San Juan, plagados de culebras y bichos ponzoñosos. En el poblado de Cimarrones se les incorporó el alcalde del lugar y algunos voluntarios conocedores de la región. Los guerrilleros continuaron por el San Juan, sorprendieron la pequeña guarnición realista de Noanamá y con cien hombres bajo su mando, José Hilario Mora alcanzó el puerto de Charambirá en la costa del océano Pacífico donde capturó un bergantín y una falúa junto con sus  tripulaciones  y algún armamento.

Poco se sabe de la travesía de los hombres de Mora por las ensenadas y manglares del Pacífico. Las embarcaciones navegaron rumbo a Buenaventura bordeando la línea de la playa. A medida que avanzaban, los obstáculos se fueron multiplicando: faltaron raciones, varios combatientes murieron a causa de las enfermedades, otros se marearon y los negros esclavos, que constituían la tripulación del bergantín y la falúa, atemorizados ante una aventura ajena y que nada les prometía, empezaron a huir protegidos por las sombras de la noche para alcanzar las aldeas de pescadores, dejando a Mora sin pilotos ni conocedores de los intrincados laberintos playeros.

En la madrugada del 23 de mayo de 1816 puñales asesinos troncharon la vida de José Hilario Mora; se habla de un motín de la tripulación y también de una rebelión de sus hombres, pero no hay documentos que confirmen el triste final del comandante guerrillero ni la suerte de sus hombres. Son, pues, otros héroes anónimos, olvidados en nuestra historia.

Con la muerte de José Hilario Mora y la desintegración de su guerrilla se eclipsó la libertad en el litoral Pacífico. Hubo que esperar unos años hasta que los chilenos con su fragata “La Rosa de los Andes” bajo el mando del almirante Illingworth, volvieran a llevar la luz de la independencia a las playas granadinas del mar de Balboa y el general Cancino tomara el control del Chocó.

 

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