LOS CHOFERES Y EL CARNAVAL DE LA BRUJA



Alfredo Cardona Tobón*
 
                Doña Judith Tobón y uno de los primeros carros de Quinchía

Cuando el Camino Real dejó de pasar por Quinchía y una sequía azotó la región, el resguardo indígena trasladó el viejo pueblo al sitio actual, buscando agua y una vía que comunicara la comunidad con las aldeas vecinas

Avanzado el siglo XX aparecieron los carros a motor y entonces se abrió la llamada Troncal de Occidente que bordeó el Valle del río Risaralda uniendo La Virginia con Anserma, luego con Riosucio, después con Supía y por último con el departamento de Antioquia en el sitio de La Pintada a orillas del río Cauca. A la Troncal de Occidente desembocaron Belalcázar, Viterbo, Guática, Belén, Apía, Santuario y Quinchía, en tanto sus ramales llegaban a Pueblo Rico y Mistrató, dejando a Balboa y La Celia como los últimos pueblos desembotellados por esa importante vía.La Troncal de Occidente favoreció a la región pero fue el puntillazo para aldeas como El  Rosario y  LLanogrande que desaparecieron al quedar  lejos de la carretera

 Tal como sucedió setenta años atrás con el Camino Real, a Quinchía la dejaron a un lado del carreteable, y no fue por consideraciones técnicas, sino por intereses políticos, pues se prefirió un trecho costoso entre Riosucio y Anserma con tal de beneficiar las desoladas veredas conservadoras de la tierra fría. La Troncal de Occidente debiera haber pasado por Bonafot, Batero, Quinchía, Opiramá y  Anserma; en vez de  abrirse a punta de dinamita por una  ladera de roca viva con enormes costos de  mano de obra.

EL AISLAMIENTO

Hubo que esperar la llegada en 1932 del gobernador Jorge Gartner para que se hablara del ramal de Quinchía. No solamente hubo que luchar contra la despreocupación de las autoridades de Caldas sino también contra la campaña del párroco  Juan Herrera, quien  a toda costa quería impedir la llegada de los carros  a la cabecera municipal para salvar la virginidad de  las doncellas quinchieñas del peligro letal de los choferes y a toda  la comunidad de la  gente foránea, que según aseguraba el sacerdote,  llenaría al municipio  de meretrices, jugadores y gente de la peor laya. El concejal Luis Ángel Montoya, aunque liberal, se unió al padre Herrera en su lucha, pues consideraba que la obra le quitaba trabajo a los arrieros, a los fabricantes de jáquimas y enjalmas y a los vendedores de las fondas camineras.

 Las pretensiones de los enemigos del carreteable tomaron fuerza cuando los cadeneros y los auxiliares de ingeniería que estaban haciendo el trazado embarazaron a varias jóvenes de la población. Casi se suspende la obra; sin embargo pese a los percances, los partidarios de la carretera ganaron la partida apoyados por  comerciantes de Anserma, los galleros de Guática y por un nutrido grupo comandado por Melquisedec Gómez y Crisanto Álvarez, que se opusieron al capricho del cura y movieron cielo y tierra para conseguir la salida hasta La Troncal de Occidente.

Por Ordenanza No. 43 de 1934 la Asamblea del departamento de Caldas apropió los recursos para la construcción del ramal entre a Ceiba y Quinchía; el contratista ansermeño Alfonso Salazar abrió el   anhelado tramo   con carretillas y a pico y pala. Para festejar la culminación de la obra la alcaldía organizó un carnaval con fecha del 20 al 23 de julio de 1935. Aunque la vía era angosta, de pedruscos gruesos, con pocas obras de arte, era la única salida al mundo y la primera carretera en la historia municipal. Era, al fin, un enorme logro que no pudieron frustrar los enemigos del progreso acolitados por el cura Herrera.

EL CARNAVAL, EL CARNAVAL…

El riosuceño Teófilo Cataño organizó los festejos del “Carnaval de La Bruja” siguiendo los cánones del Carnaval del Diablo del vecino municipio de Riosucio. Fueron tres días de jolgorio y trago bajo la tutela de una enorme bruja fabricada por Cipriano Ochoa, un tallador dicharachero, el mismo que pintó los cuadros del Viacrucis consumidos por el incendio del templo en diciembre del año 2016

 Mariano Latorre, un bohemio que vivía a medio palo por cuenta de sus amigos, recitaba poemas alusivos al magno acontecimiento y rompía bombillas con sus canto mientras Laura “La Copetona” y Tulia “La Cucaracha,” con colegas venidas de Filadelfia, escandalizaban a medio pueblo montadas al anca de los caballos de los desfogados parranderos.

El carro del ansermeño “Pocholo” fue el primero en rodar por las calles de Quinchía.  A la entrada, en lo que hoy es el barrio Galán, lo ovacionaron las muchachas de la vida alegre, en tanto los voladores estallaban en el cielo y la banda de los Calvo rompía el aire con una marcha patriótica. Luego hubo abrazos, brindis con champaña y el entonado discurso de Joelito Trejos, muy aplaudido por el alcalde Diosdado Medina, por José Natalio Trejos y los concejales que tuvieron la gentileza de escucharlo, pues casi todos ellos estaban ocupadísimos dando vueltas en el carro de “Pocholo”. Después del carro del ansermeño llegó de Riosucio el vehículo de  un español oriundo de   Badajoz de apellido La Hidalgo.

Pocholo y La Hidalgo monopolizaron el transporte local  hasta que en  1936 el  jericuano Luis Ángel Cardona Salazar, reforzó el parque automotor con un  automóvil Ford manejado por Manuel Robledo y   un bus escalera de colores vivos que tenía un  indio pielroja pintado en  la parte trasera del vehículo y estaba manejado por Roberto Patiño

Después de treinta y cinco años de inaugurado el tramo hasta La Ceiba se construyó la carretera entre Quinchía y Naranjal que al cabo de muchos años llegó hasta Irra. En la actualidad todas las veredas están conectadas con la cabecera; los cronistas locales no han registrado la lucha que ha implicado cada una de ellas. No hay registros del ramal de La Ceiba ni del Carnaval de la Bruja, cuya memoria se ha revivido gracias a los testimonios de don Melquisedec Gómez, un notable prócer local que no cuenta siquiera con una placa que recuerde sus valiosos aportes a la comunidad.

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