ARDE EL VIEJO CALDAS


NUEVE DE ABRIL DE  1948

Alfredo Cardona Tobón*



El día que asesinaron a Jorge Eliecer Gaitán ejercía la gobernación de Caldas el   doctor Gerardo Arias, un ilustre burócrata a quien le faltó  fortaleza y temple  para controlar los  focos de violencia que  estaban haciendo invivible varias poblaciones del occidente del  Departamento.

La violencia  política no empezó el nueve de abril de  1948, pero  sin duda en  ese día  se abrieron de par en par las puertas del infierno  dejando una impronta de salvajismo que disparó todos los horrores.  Poco se ha hablado del nueve de abril en nuestra región; es como si un manto de olvido hubiese cubierto ese día, las crónicas locales registran someramente  los hechos, o los resumen,  sin dar  trascendencia a los sucesos que sirvieron de excusa al gobierno de Ospina Pérez para emprender la sangrienta persecución contra el liberalismo.

Veamos qué ocurrió  el nueve de abril de 1948  en el Viejo Caldas:

EN EL MUNICIPIO DE PIJAO

Al conocerse la noticia del asesinato del caudillo, el alcalde Rubén Mejía estaba tomando tinto en un establecimiento del parque central. Eran las dos de la tarde cuando una turba desenfrenada se tomó las calles, ante lo cual el alcalde  buscó refugio en el cuartel de la policía. Como lo encontró desierto regresó a la calle  donde un grupo  de energúmenos  lo atacó a machete hiriéndolo en la cabeza. Nuevamente el alcalde se dirigió a su oficina, pero hasta allí llegó el jefe de la policía quien con otros revoltosos lo acribilló con tiros de fusil.

 Pijao quedó en manos de la turba hasta el día siguiente. En la mañana del  10 de abril  tropa del  Batallón San Mateo, procedente de Pereira, controlaron la situación.

 

EN ARMENIA

Azuzado por locutores de la “Voz de Armenia”  el populacho desbordado saqueó el comercio, entró a  las ferreterías en busca de armas, atacó la alcaldía   e intentó tomarse el cuartel de la  policía cuyos defensores resistieron el embate de los revoltosos que trataron de volar la edificación con tacos de dinamita.

Los amotinados de Armenia establecieron una junta conformada por Eduardo Sepúlveda, Jaime Peralta, Flover Villegas y Jaime Botero, pusieron al frente de la alcaldía a Luis Ángel Echeverri quien solicitó al capitán  Antonio Gaitán la entrega del cuartel y el desarme de los policías.

Como las comunicaciones estaban interrumpidas con el resto del país, el Jefe conservador del Quindío Pedro González Londoño viajó en automóvil a Pereira a conseguir el respaldo del Batallón San Mateo.  Al  regreso, cuando su carro pasaba por Circasia el grupo de revoltosos que habían desarmado la policía local y  tenía la localidad bajo su poder, abaleó el vehículo dando muerte a Pedro González.

Circasia quedó en manos de la chusma  hasta el día siguiente.  Fue entonces cuando los soldados del Batallón San Mateo llegaron a la población y dispersaron a los alzados en armas mientras otros  efectivos restablecían el orden en Armenia y auxiliaban a  valerosos defensores del cuartel de policía.

 EN BALBOA

El  nueve de abril de 1948 se conformó en Balboa  una Junta Revolucionaria presidida  por Cruz Vargas, que actuó como alcalde,  y por Epifanio Hernández nombrado como Jefe Militar con el título de Sargento.

Epifanio armado con un sable y con una cinta roja en la cintura  organizó un grupo que actuó como policía cívica encargada de proteger  a la población de  los  saqueos y  los atropellos. Cuatro días estuvo el pueblo en manos de la revolución; en  la madrugada del 13 de abril un grupo  proveniente de  Belalcázar comandado por el  jefe conservador Alejandro Mejía y por el capitán de la policía Fabio Gutiérrez, entró a Balboa con la consigna de someter a los rebeldes y acabar con ellos si encontraban resistencia. Los atacantes sacaron de sus casas a los miembros de la Junta y los agredieron. Mientras Alfonso Osorio, inspector de San Isidro y el secretario de la alcaldía de Belalcázar entraban al  estanco de Balboa y sacaban al recaudador Rogelio Osorio, otros compañeros,  lista en mano,  invadían las viviendas  y “aplanchaban” a Ricardo Chávez y  al anciano  Antonio León

 Fue muy cruel la paliza que le infligieron a Epifanio Hernández,  el alcalde de la revolución. “¡Mátenme desgraciados- les gritaba- pero no me humillen de esta manera¡”

EL NUEVE DE ABRIL DE 1948 EN SANTUARIO

Al llegar la noticia del asesinato de Gaitán la ciudadanía se lanzó a la calle. Ante el alboroto  del pueblo liberal, el teniente de la policía José González se llenó de nervios y entregó el cuartel al alcalde Aristóbulo Herrera quien lo recibió con un acta firmada por el juez de circuito.

El alcalde nombró una Junta Asesora compuesta por Jesús María Gómez (presidente del Concejo) , por Guillermo Jaramillo (Concejal)  y el notario Ramón Henao; dicha Junta  conformó un cuerpo de  policía cívica que en compañía de la policía  del régimen veló  por la tranquilidad de la población.                                                                                                                                                                                                                                                      

Aunque en Santuario no hubo víctimas, en ese  luctuoso día muró en Bogotá el santuareños Jesús Uribe Ossa, hijo del dirigente liberal  Alejandro Uribe, y  también Alberto Lenis, estudiante de derecho.

Dos días después del  asesinato de Gaitán  una avioneta sobrevoló a Santuario arrojando  miles de volantes donde se exigía la rendición de los rebeldes y se establecía un plazo perentorio para hacerlo.  Los  ancianos recuerdan que los vecinos cubrieron las calles con sábanas blancas  y  no olvidan la entrada de tropas del Batallón San Mateo  en medio del silencio y la gente refugiada en lo más recóndito de sus viviendas.

EN PEREIRA

En la ciudad se instaló un Junta revolucionaria presidida por Camilo Mejía Duque, el doctor Álvaro Campo Posada y el doctor Benjamín Muñoz  Giraldo. Dicha Junta nombró como alcalde a don Jesús Antonio Cardona, quien no ejerció en momento alguno, fue un simple acto simbólico para respaldar una rebelión que empezó muerta, pues sin jefes en pocas horas fue dominada por el gobierno.

EN NORCASIA

El nueve de abril los liberales de Norcasia, entonces corregimiento de Samaná,  protestaron en las calles en tanto el veterano coronel de la guerra de los Mil Días Julio López organizaba milicias en el caserío de San Diego para atacar al vecino Norcasia, donde se decía que los liberales habían atacado la casa cural y tenían prisionero al padre Daniel López.

Al avanzar la tarde la gente de Samaná atacó a Norcasia donde saquearon los almacenes de Pedro Villegas y Rafael Henao y asesinaron y robaron a doña Delia Ramírez. La tropa llegó el diez de abril y procedió a requisar todas las viviendas en busca de armas. Los revoltosos las habían guardado en la casa cural y en calzas prietas se vio el padre Daniel López para probar que nada tenía que ver con el armamento.

EN CHINCHINÁ

Se conformó  una Junta Revolucionaria compuesta por Arturo Salazar Campuzano, José J. Vera y Arturo Aristizábal. Los liberales se apoderaron del pueblo y nombraron un alcalde. Por fortuna no hubo saqueos ni víctimas. Al  llegar la noche del nueve de abril se disolvió la Junta Revolucionaria sin que mediara ninguna medida violenta.

EL ORDEN PÚBLICO EN OTROS LUGARES DE CALDAS

En la localidad de Victoria la ciudadanía ocupó el cuartel de policía y se apoderó de las armas; en el corregimiento de Arauca sus habitantes desarmaron a la policía e interrumpieron el paso a los municipios conservadores vecinos; y en Montenegro también hubo bochinches, que cesaron cuando el Batallón San Mateo retuvo a 35  personas, entre ellas el diputado Luis Carlos Flórez.

 En Santa Rosa de Cabal, aunque no hubo disturbios ni saqueos, la policía asesinó a un artesano que con una botella de aguardiente en la mano gritaba ¡Mataron a mi papá¡- ¡Mataron a Gaitán estos godos desgraciados!.

A grandes rasgos estos fueron los acontecimientos que enmarcaron el día en que fuerzas oscuras acabaron con  una promesa de cambio y  el diablo  se apoderó de los colombianos.

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